miércoles, 5 de noviembre de 2014

¡DIOS MÍO, LAS PRUEBAS!

 
Muchas veces nos hemos preguntado, ¿qué ocurre con las personas que sin tener “educación”, se convierten en personas “exitosas” en la vida?, ¿qué pasa con aquellas personas consideradas estudiosas, terminan “fracasadas” en la vida? Llevemos las preguntas al campo educativo: ¿qué podemos cambiar que ayude a nuestros hijos a tener mejor suerte en la vida?, ¿qué factores entran en juego cuando las personas que tienen un elevado cociente intelectual tienen dificultades y las que tienen un cociente intelectual modesto se desempeñan, para sorpresa de muchos, mejor en la vida? Daniel Goleman, el teórico de la Inteligencia Emocional[1], en su libro del mismo nombre, sostiene que la diferencia está en las habilidades que manejan las personas, “el autodominio, la persistencia y la capacidad de motivarse a uno mismo” (GOLEMAN: 1995). Estas habilidades que nuestra escuela todavía no fomenta y de la cuales adolece y que hoy no garantiza a niños y niñas utilizar con mejores posibilidades, su potencial intelectual que vaya emparejado a su potencial emocional. Gracias a los avances de la ciencia, ya sabemos que el Cociente Intelectual (CI), es tan importante como el Cociente Emocional (CE). Se ha demostrado que los niños que han desarrollado su inteligencia emocional son más felices, más seguros y confiados y tienen éxito en su vida escolar y con el paso del tiempo logran desarrollar una personalidad madura[2], y se convierten en personas exitosas.

El tema viene a colación, a propósito de la prueba del III Concurso Regional de Comprensión Lectora y Matemática en la cual participaron nuestros niños de 1ro y 2do grados; pude conversar con algunos padres de familia, -dios mío, las pruebas-, me dijo uno de ellos; me comentaron sobre las diferentes manifestaciones de conducta que observaron en sus hijos antes de esa prueba y qué han sido factores claves en su desempeño final. Muchas veces los padres, en la preocupación de querer lo mejor para nuestros hijos, transferimos nuestras cargas emocionales positivas y/o negativas, sin percatarnos que son estas transferencias las que siembran angustias, tensiones, desmotivaciones y otros factores a las que se enfrentan nuestros niños en estas pruebas, y somos los adultos los culpables de estas frustraciones. La inteligencia emocional, como toda conducta, “se transmite de padres a hijos y sobre modelos que el niño se crea a través de las personas de su entorno. Los niños captan todo tipo de estado de ánimo: ansiedad, angustia, frustración, dolor, etc”[3], apropiándose de ellos e integrándolos a su inteligencia emocional. 

¿Cómo ayudamos entonces a nuestros hijos y estudiantes a tener mejor suerte en estas pruebas? Este 11 y 12 de noviembre, el Ministerio de Educación tomará la evaluación censal, prueba que mide los niveles de logros de los estudiantes del 2do grado de primaria de todos los niños y escuelas del país. Al respecto, A) Primero, reconocemos que estas tensiones emocionales, indicadas líneas arriba, que se genera en los adultos no son malas pero hay que saber controlarlas y manejarlas frente a nuestros niños para evitar desarrollar en ellos modelos que afecten su vida emocional. B) En el calor del hogar, generemos mucha comunicación con nuestros hijos, confianza, seguridad, y que ellos aprendan a confiar en sí mismos, en sus capacidades, en su crecimiento, sobre la base de su esfuerzo personal, no les generemos estados de ansiedad y angustia antes del examen; como padres, nuestros hijos nos entenderán. 3) En la escuela, los maestros trabajemos estrategias orientadas a elevar la autoestima personal, que ellos crean en sí mismos y aprenda a dominar sus emociones, preparemos la estabilidad emocional, actitudinal ante aprendizajes de esta naturaleza. Preparémoslo para participar en la prueba como aprendizajes significativos, sembremos en ellos seguridad en sí mismos, preparemos con actitud positiva, las condiciones emocionales para que participen en esta prueba de la mejor forma y se convierta para ellos en un espacio de alegría, regocijo y demuestren lo que saben. Si logramos equiparar su cociente intelectual a su cociente emocional, sería un gran paso. Hoy el niño lo vivirá en la escuela, mañana cuando joven y adulto, tendrá los instrumentos para enfrentarse a esta sociedad moderna y competitiva. Contribuyamos a su éxito personal, el éxito de la escuela y el éxito de la región.            






[1] Goleman Daniel. La Inteligencia Emocional. Año 1995, pág., 16.
[3] Ídem

domingo, 2 de noviembre de 2014

ANALFABETISMO SEXUAL EN NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES DE AMAZONAS


Hace algunas semanas los medios de comunicación nacional dieron a conocer la existencia de más de 200 personas infectadas con el virus del VIH – SIDA, en la provincia indígena de Condorcanqui en nuestra Región Amazonas. La cifra indicaba que el virus ha infectado a personas entre 14 y 25 años y por cada mujer infectada hay tres hombres portadores, entre ellos niños y adolescentes. La noticia, ha puesto sobre la agenda pública los verdaderos problemas que afronta el pueblo indígena, huérfanos hasta hoy de un Estado que todavía no logra desarrollar integralmente políticas sociales que beneficien a los más pobres y vulnerables. El SIDA en la zona es un claro ejemplo de una epidemia que si no tomamos medidas urgentes e integrales, corremos el riesgo de convertirla en pandemia a mediano plazo.    

Una barrera existente a la solución del problema la encontramos en las mismas políticas de salud, centralizada por el MINSA, que no toman en cuenta la diversidad de los problemas apremiantes de salud de la población, sin embargo a nivel regional tampoco las autoridades locales de salud han desarrollado alguna intervención integral direccionada a acciones de prevención para enfrentar este tipo de epidemias. Se usan ingentes cantidades de miles de soles para enfrentar los problemas con programas institucionales, cuando lo que debería hacerse es desarrollar acciones preventivas, integrales, interinstitucionales, que le costaría menos inversión al Estado y mejoraría la calidad de la inversión con resultados positivos a mediano y largo plazo.    

Pero más allá del problema visible de la epidemia en la zona, el problema es más serio, no solo está el contagio del virus y otras enfermedades de transmisión sexual (ETS), sino que radica fundamentalmente en la carencia de información básica que niños, niñas y adolescentes tienen sobre el tema, ellos padecen de analfabetismo sexual, que los hacen sujetos potencialmente vulnerables a este tipo de enfermedades. Para nadie es un secreto que en el pueblo indígena, por sus mismas costumbres, las mujeres se inician precozmente en la actividad sexual y es común ver adolescentes de 14 y/o 15 años cargando un hijo en el brazo y otro por venir. El problema entonces, es más de fondo, es ausencia de estrategias comunicacionales en la escuela y la comunidad que no permiten reforzar conocimientos válidos en la población escolar.

Acabamos de celebrar a nivel nacional, “La Semana de la Inclusión Social”, se ha puesto sobre la agenda la “Estrategia Nacional de Desarrollo e Inclusión Social”, denominada “Incluir para Crecer”, promovido por sectores sociales como el MINSA, MINEDU, MIDIS, GOREA, GL, y los Programas Sociales Nacionales, Regionales y locales; esta estrategia es el instrumento de gestión válido que posibilite una intervención preventiva integral y sostenida en esta población. Enfrentemos el problema como Estado, en forma intersectorial, integral y articulada a programas del gobierno nacional, regional y local,  con estrategias no solo de atención a las personas infectadas, sino de prevención focalizando a los niños, niñas, adolescentes y jóvenes; y el espacio adecuado es la escuela y la comunidad educadora, ahí donde se deben desarrollar estrategias comunicacionales que permiten reforzar conocimientos válidos en los estudiantes, acciones de prevención integrales apoyados en los enfoques intercultural, de género y de derechos, para que nuestros estudiantes estén bien informados de estas enfermedades de transmisión sexual y otros males sociales, obviamente todo depende de la sensibilidad de las autoridades y de los equipos técnicos de los diferentes sectores que se fusionen y planteen una iniciativa articuladora a nivel regional y local. Este es un serio reto de salud pública, que debe dejar de lado posiciones religiosas, éticas y tabúes sobre el tema.


El mundo ha celebrado 25 años de la Convención de los Derechos de los Niños (CDN), y según este código con rango de ley, establece el derecho de todos ellos a salud, educación y nutrición protegidas por sus respectivos Estados. Nuestras autoridades tienen la palabra.