miércoles, 12 de mayo de 2010

PINTAS PINTAS Y MÁS PINTAS

¿Y la actitud cuánto vale?

Quiero reflexionar en voz alta sobre un tema que aparentemente no tiene trascendencia en la sociedad pero que en la práctica afecta en los ciudadanos a la hora de tomar la decisión de por cual candidato daremos nuestro voto. Nos estamos acostumbrando a ver cómo los diversos candidatos, en un esfuerzo desmedido por querer captar el voto de los electores, pintan paredes de casas, cerros, pasadizos y todo aquello donde se considere válido para captar el respaldo de los electores.

Sin embargo, pinten lo que pinten, usando los colores más llamativos que fuera necesario, el ciudadano de a pie no logra ser convencido. Si bien es cierto, está demostrado que una imagen vale más que mil palabras, es cierto también que la imagen de un candidato solo logra convencer al elector a través de sus actos, su manera de ser, su modo de vida; es decir, hoy el ciudadano, más allá de lo físico, le interesa la escala de valores con que el candidato maneja su vida, es a través de una actitud positiva como logra entrar en el corazón de los electores y se convierte en líder creíble y en quien la población puede confiar.

En política el virus de la actitud saludable es fundamental, significa mucho, frente a los retos que tiene nuestro país, requiere del candidato mucha motivación, disfrutar de la campaña política y hacer propuestas económicas, productivas y sociales que le pueda dar la satisfacción de ganar una campaña electoral y gestionar un país, una región, una provincia, un distrito, pero cuando esta actitud es negativa puede causar daños irreparables no solo en él sino en quienes lo acompañan.

¿En cuáles de estas características se ubican nuestros actuales candidatos? Veamos algunas actitudes negativas que dejan notar: El candidato alterado que exagera sus propuestas, que por convencer a los electores, mella imágenes ajenas; el candidato perfeccionista, que considera a sus propuestas como si las suyas fueran la panacea, la “ultima coca cola en el desierto” y minimiza las demás; el candidato resistente al cambio cuyas propuestas, así como las planteó en otras campañas, cree que hoy seguirán funcionando a pesar de los cambios producidos; el candidato que sostiene que esa no es función, que no mira más allá de donde apunta su nariz, que no tiene visión de futuro y que le corre a los problemas sociales; el candidato que pretende gestionar basado en el rumor, el chismorreo, que se deja llevar por el adulón, “el maletero”; el candidato no comprometido con el desarrollo regional y que basa su campaña en la autosuficiencia, en su peculio, en la entrega de las riquezas a los grandes monopolios; el candidato pesimista, que se mete a la campaña y ya se cree perdedor pero que lo hace porque quiere “ganar experiencia”.

Las pintas no ayudan a conocer al candidato, es la actitud positiva, saludable que hace conocer en su verdadera expresión al candidato; pinte lo que pinte, los electores ya no creen en los mentirosos, demagogos, que al estilo del charlatán vende grasa de chancho como cebo de culebra, los electores ya no creen en el candidato soberbio, altanero, autosuficiente, que se presentan como los salvadores de este nuestro país que se cae de a poquitos y que tiene a la corrupción institucionalizada a uno de los mas grandes problemas de la administración pública.

Señores candidatos sino quieren que la población los identifique con algunas de estas características, hagamos decencia política, eduquemos a la población con nuestros actos, con nuestras propuestas, ya no mientan por favor, dense la oportunidad de que la población vuelva a creer en ustedes pero con la verdad, con el debate de ideas, con propuestas, que nos permita creer en un futuro con desarrollo sostenible, por el bien de nuestra región. Y por respeto a los ciudadanos, no más pintas.