lunes, 28 de junio de 2010

POBREZA INFANTIL EN AMÉRICA LATINA


32 millones se encuentran en situación de pobreza extrema
y 81 millones con pobreza infantil total


El 20 de noviembre del 2009 la Asamblea General de las Naciones Unidad celebró los 20 años de aprobación de la Convención sobre los Derechos del niño, la misma que ha sido ratificada por todos los países de Latinoamérica y El Caribe, en su afán de erradicar la pobreza en el mundo. Después de 20 años ¿Cuánto hemos avanzado en la erradicación de la pobreza infantil? ¿Cuan efectivas han sido las políticas implementadas en la erradicación de la pobreza infantil? ¿Qué está impidiendo reducir los niveles de pobreza infantil en nuestros países? ¿Lograremos cumplir con las metas propuestas por los objetivos del milenio en la lucha contra el hambre y la pobreza infantil?

Hace algunas semanas, la Comisión Económica para América latina y el Caribe (CEPAL) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), han publicado el último Boletín Desafíos Nº 10, Mayo 2010 (CEPAL-UNICEF), en el que abordan en profundidad la problemática de la infancia y plantean recomendaciones que nuestros países de Latinoamérica deberían tener en cuenta para erradicarla.

En el Boletín, la medición de la pobreza la circunscriben al enfoque de derecho, es decir al derecho que tienen todos los niños y niñas para poder desarrollarse y consideran seis dimensiones de desarrollo: Acceso y ejercicio del derecho a nutrición, agua potable, saneamiento, vivienda, educación e información. Según sostienen Ernesto Espíndola y otros, 2010, pág.4), “la pobreza es resultado de procesos sociales y económicos –con componentes culturales y políticos- en que las personas se encuentran privadas de activos y oportunidades a los que tienen derecho todos los seres humanos (…), se asocia fuertemente con la exclusión social y desigualdad que apelan a la falta de justicia y equidad en la distribución de los recursos como un factor central en su generación y persistencia”.

Así, afirman que en América Latina en 18 países, “Uno de cada cinco niños está en situación de pobreza infantil extrema, lo que afecta a más de 32 millones de niños, mientras que la pobreza infantil total alcanza a 81 millones (…). De los 32 millones de niños extremadamente pobres, 22,7 millones están afectados solo por una privación severa. Algo similar sucede respecto a la pobreza infantil total: el 53% de los 80,9 millones de niños que viven en esta situación ven violados sus derechos por una sola privación moderada o severa y solo uno de cada cinco niños pobres se ve privado en tres o mas dimensiones del bienestar”, y agregan que del total de niños en pobreza extrema alrededor del 43% pertenece a hogares cuyos ingresos son potencialmente insuficientes para satisfacer las necesidades alimentarias, es decir, que se encuentran en situación de indigencia. De forma complementaria, 18,4 millones de niños sufren privaciones extremas, pese a que los ingresos de sus hogares no están por debajo del valor de la canasta mínima de alimentos y, por lo tanto, no son indigentes.

Con respecto a la pobreza infantil total es una expresión de la exclusión social y el mecanismo por medio del cual se reproduce. Si bien los niños que están en situación de pobreza moderada no sufren un deterioro serio en sus condiciones de vida, ven mermadas sus oportunidades futuras. La mala nutrición, el rezago y el abandono escolar, la falta de expectativas y la discriminación que sufren por ser pobres, no solo afectan sus derechos en el presente, son que los dejarán en los estratos más bajos de la escala social, haciendo que en la adultez reproduzcan la precariedad de su bienestar y, por tanto, afecten las generaciones siguientes.

¿Qué deberían hacer entonces nuestros países para afrontar el desafío de apostar por la infancia?

Se establecen recomendaciones muy importantes que nuestros países deberían tener en cuenta:

Primero. Aumentar las oportunidades y capacidades que permitan a niños, niñas y adolescentes tener un presente y un futuro sin pobreza y romper con la dinámica de su reproducción intergeneracional. La infancia tiene que ser una prioridad clara respecto a la satisfacción de las necesidades de los niños, y de las demandas de una mayor igualdad entre los distintos sectores sociales. La inversión social y el gasto público para la infancia no solo deben aumentar para mejorar las condiciones de vida de la niñez, sino también para promover un desarrollo más inclusivo e igualitario.

Segundo. Se recomienda que en los países con más altos niveles de PBI, y en consecuencia con mayor capacidad para financiar la política pública y el combate a la pobreza, se desarrollen programas integrales e instrumentos de política sectoriales adecuados, que creen un entorno protector de los derechos de la infancia.

Tercero. En los países de ingresos medios se demanda la movilización de mayores recursos y rediseño de las políticas de lucha contra la pobreza, orientándolas de manera más decidida hacia la infancia, ya que la población vulnerada es numerosa y la posibilidad de que se mantenga la cadena de reproducción de la pobreza es alta.

Cuarto. En los países con mayor pobreza infantil, su reducción exige ingentes recursos para financiar acciones en las distintas áreas donde se expresan las privaciones. La movilización de la cooperación internacional y la alianza entre el sector público y privado son urgentes.

Además, se plantea que para superar la pobreza infantil extrema implica que las acciones dirigidas a mejorar el ingreso de los hogares respondan a un rediseño de la política de lucha contra ella, generando empleo en los adultos a cargo del cuidado de niños y que se construyan sistemas solidarios de promoción y protección social. Con respecto a los sectores, se plantea la promoción de sinergias sectoriales, articuladas bajo una mirada integral de la pobreza. En relación a los niños, niñas y adolescentes en situación de pobreza infantil que pertenecen a grupos sociales, por ejemplo, rurales indígenas, deben ser objeto de acciones afirmativas en el marco de políticas universales.

Creo que este aporte dado por la CEPAL-UNICEF, es muy valioso en un momento en que América Latina y el Caribe hacen sus mayores esfuerzos por erradicar la pobreza. El desafío está puesto. En el Perú, por ejemplo, existen todavía 4`109,000 (el 38%) en situación de pobreza infantil extrema y 7`916,000 (el 73,4%) con pobreza infantil total, a pesar del esfuerzo que hace el Estado, lo que exige una política social más agresiva, mas intersectorial que articule el estamento público y privado. No olvidemos que entre las palancas del desarrollo de nuestros pueblos, está precisamente la educación y si apostamos de manera sostenida por nuestros niños, niñas y adolescentes estamos garantizando nuestro principal capital social y el desarrollo de nuestros países, hacia la construcción de una Latinoamérica fuerte.